martes, enero 06, 2015

La amistad laboral: existe?

Es impresionante lo que viví hoy. Durante el almuerzo me empeñaba en continuar leyendo "La Tregua" de Mario Benedetti; esta es la segunda lectura que hago de esta novela fenomenal. En estos momentos me encuentro en la página 180 y me complazco en volver a leer lo que se dice de la amistad en el trabajo y lo transcribo.

"En las oficinas no hay amigos; hay tipos que se ven todos los días, que rabian juntos o separados, que hacen chistes y se los festejan, que se intercambian sus quejas y se trasmiten sus rencores, que murmuran del Directorio en general y adulan a cada director en particular. Esto se llama convivencia, pero sólo por espejismo la convivencia puede llegar a parecerse a la amistad. En tantos años de oficina confieso que hay pocas personas a las que otorgamos afectos verdaderos. Lo demás tiene la desventaja de la relación no elegida, del vínculo impuesto por las circunstancias. ¿Qué podemos tener de común un viejo, un mayor o un joven; o un asiático, un americano o un africano? Sin embargo, a veces nos reímos junto, tomamos alguna copa, nos tratamos con simpatía. En el fondo cada uno es un desconocido para los otros, porque este tipo de relación superficial se habla de muchas cosas pero nunca de las vitales, nunca de las verdaderamente importantes y decisivas. Yo creo que el trabajo es el que impide otra clase de confianza; el trabajo, esa especie de constante martilleo, o de morfina, o de gas tóxico. Alguna vez, algún compañero se me ha acercado para iniciar una conversación realmente comunicativa. Sí, el trabajo amordaza la confianza. Pero también existe la burla. la disponibilidad de interés hacia el prójimo hay que gastarla de algún modo; de lo contrario, se enquista y sobreviene la claustrofobia, la neuratenia, qué sé yo. ya que no tenemos la suficiente valentía, la suficiente franqueza como para interesarnos amistosamente por el prójimo (no el prójimo nebuloso, bíblico, sn rostro, sino el prójimo con nombre y apellido, el prójimo más próximo, el que escribe en el escritorio frente al mío y alcanza el cálculo de interés - o derivados - para que el jefe lo revise y le ponga la inicial de visto bueno), ya que renunciamos voluntariamente a la amistad, bueno, pues entonces, vamos a interesarnos burlonamente por eso vecino que a través de ocho horas es siempre vulnerable. Además, la burla proporciona una especie de solidaridad. Hoy el candidato es éste, mañana es aquél, pasado seré yo. El burlado maldice en silencio, pero pronto se resigna, sabe que esto es sólo una parte del juego, que en el futuro cercano, a lo meor dentro de una hora o dos, podrá elegir la forma de desquite que mejor codicia con su vocación. Los burladores, por su parte, se sienten solidarios, entusiastas, chispenates. Cada vez que uno de ellos le agrega a la burla condimento, los otros festejan, se hacen señas, se sienten rijosos de complicidad, sólo falta que se abracen y griten los hurras. Y qué alivio reírse, incluso cuando hay que aguantar la risa porque allá en el fondo ha asomado el gerente su cara de sandía, qué desquite contra la rutina, contra el papeleo, contra esa condena que significa estar más de ocho horas enredado en algo que no importa, en algo que hace hinchar las cuentas bancarias de esos inútiles que pecan por el mero hecho de vivir, de dejarse vivir, de esos inanes que ceen en Dios sólo porque ignoran que hace mucho tiempo que Dios ha dejdo de creer en ellos. la burla y el trabajo. ¿En qué difieren, después de todo? Y qué trabajo nos da la burla, qué fatiga. Y que burla es este trabajo, quémal chiste"

Fenomenal Mario Benedetti quien me hace recordar que la história aún se mantiene....

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