Suelo hablar con pocas personas sobre lo que acontece en mi vida; ciertamente lo hacía con mamá y papá, con cada quien por separados.
Papá era de esas personas reales, inspirados por la dureza de la vida y sus experiencias personales que solía aconsejarme en el sentido real de la experiencia, es decir, si fallaste en ser leal solía decir: "es mejor perder con la verdad que ganar con la mentira; o, esta otra, el buen ejemplo no se dice, el buen ejemplo se practica". Por eso solía escuchar también a mamá.
Mamá, por el contrario, era una persona irreal, muy romántica y solía ver las cosas desde la bondad del acto; es decir, solía decir que: "por algo pasan las cosas hijito y muchas veces debes soslayarlas por el bien de la familia". Imagínense si yo no hubiese aguantado a su padre; yo solía sonreír y decirle que en eso estribaba su error, pues aquellas experiencias nunca se debieron pasar por alto.
Cuando uno empieza a experimentar cosas negativas, uno se detiene y pone un alto a todo, busca poder solucionarlas antes de siquiera ponerse a pensar en todos los pormenores; empieza a justificar de que "por algo sucedieron"; empieza a hacer méritos en contra de lo que debe hacerse; empieza a culparse por todo acaso por "cuidar a los suyos como diría mamá". Luego de ese trance, aparece papá y te aterriza. Empiezas a invertir las ideas y a no justificar los actos y decisiones de otras personas, y es cuando todo "ya va cogiendo sentido".
Estas experiencias te ayudan a entender que así pierdas o ganes, nunca estarás solo pues los que más te quieren siempre estarán con uno. En lo que sí tenía mucha razón mi ma, es cuando me decía: "hijito brilla siempre en la oscuridad"
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