sábado, agosto 09, 2014

Olemos a hérores. Un discurso pequeño de un gran hombre

Ellos son nuestros héroes!!! mi padre señalaba a los obreros que se encontraban en aquella oportunidad en el salón de recepciones y entre los que estaban los que recogían la basura de la ciudad, los que trabajaban en la sección mecánica, los barrenderos.

Era primero de mayo y se celebraba en todo el mundo el día del trabajador en homenaje a los llamados Mártires de Chicago, un grupo de sindicalistas anarquistas de Estados Unidos, que fueron ejecutados en 1886. El presidente de entonces de Estados Unidos promulgó una Ley estableciendo ocho horas de trabajo diario y el que los empleadores se negaron a acatarla. Ante esto, los trabajadores de la ciudad industrial de Chicago iniciaron una huelga el 1º de mayo, que comenzó con una manifestación de más de 80.000 trabajadores.

Mi padre proseguía con su discurso. No nos vayamos hasta Chicago para ver a nuestros héroes, nuestros héroes están acá, en esta sala (otra vez los señalaba): Ellos que trabajan sin el más mínimo artículo de seguridad personal, exponiendo su integridad física y decencia humana mientras realizan su labor noble!!!

Mi padre daba este discurso en representación de los trabajadores y a pedido de la señora Rina Ruiz, la madre de mi gran amigo Patrick Parada (el famoso loco), quien trabajaba en aquella oportunidad en la Municipalidad. Según me comentan, en aquella oportunidad el Alcalde de la Municipalidad se había ausentado del acto protocolar y en su representación disertó su Teniente Alcalde, quien había aludido a los Mártires de Chicago y su acto "heroico", sin prestar las mínimas atenciones a los receptores de su mensaje presentes en aquella oportunidad.

Y el Alcalde, en donde está?, preguntaba mi padre. Él debería estar acá, junto a sus trabajadores y olvidarse de otros compromisos porque su obligación es con sus colaboradores. La ovación fue ensordecedora. Todos se pararon, todos urraron. Todos diciendo: Don Miguel, Don Miguel, Don Miguel.

Después del discurso, los trabajadores engalanados y pavoneándose acudieron al lugar en donde se ubicaba mi padre, abriéndose paso hasta llegar a ese lugar. Lo abrazaron, loa maron por unos segudos y dijeron: así se habla Don Meguel....

Un acto maravilloso que nunca se borrará de mis pensamientos.

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