viernes, julio 25, 2014

Mis anécdotas limenses

Mi experiencia en los primeros años en Lima, fueron realmente bellos pero muy exigentes.

El día que vine a Lima fue un 26 de agosto de 1997, en la famosa empresa Aerocontinente. Recuerdo que ese día la última llamada fue la que hice a mi primo César Rios, que en esos años trabajaba en una empresa de calzados.

Al momento de llegar a Lima, me esperaban el que fue mi amigo, Fernando Olaechea, y el famoso Segundo Chavez Giersch, el famoso cachibin que ese día se distrajo con su periódico y casi me pierde.

Mi trabajo más exigente fue cuando empecé a trabajar de vigilante. La jornada de vigilancia empezaba desde las 7 PM hasta las 7 AM. Esos años fueron bellos. Después de trabajar marchaba hacia la academia ya que a partir de las 8 AM iniciaba mis clases en una pre de la Av. Wilson y se extendía hasta la 1 PM. La rutina duró cerca de 3 años y no me daba tiempo para distracciones. Durante este trajín tuve el apoyo incondicional de Igor, mi hermano, de mis hermanas, algunos familiares y de mis padres, a quienes recordaba en todo momento y por quienes rezaba todos los días, y le pedía a Dios que me diera muchas fuerzas para no desviar mis esfuerzos.

Para el retorno a casa, tomaba la famosa línea el "Rápido", el de color rojo. El viaje duraba aproximadamente uns hora, en la que aprovechaba para dormir durante el trayecto del viaje. Al llegar a casa, la cita era con la cocina, preparaba caldo de menudencias como entrada, graneaba arroz y, para el segundo, lo que encontrase en la cocina que en el 90% de veces se resumía a menestras: éramos netamente menestreros.

Vivimos cerca de cuatro años en la casa del tío natico junto con mi hermano Igor, mi primo Marcel, más conocido como pelo duro, y el famoso cachibin (que por su culpa casi me extravío alguna vez en Lima pues debía enseñarme a tomar los buses pero se dedicaba a hacer lustrar sus botas de baquero). Todos ellos saben gran parte de nuestra historia.

Durante mi experiencia como vigilante, que fue muy grata, conocí a muchas personas con los que compartí buenos momentos y en este periplo coincidí con muchos compañeros de jornada laboral que me apoyaron para no dejar de estudiar. A los que mas recuerdo es al viejo Juan Capelleti y José Stuwart quienes siempre me decían: muchacho, ve adentro a estudiar, yo hago guardia....así lo hacía.

Con el señor Stuwart compartimos mas anécdotas. Nosotros cuidábamos las casonas de IDAT y, a veces, de la UTP. A partir de las 10 PM, ya cuando los alumnos se habían ido, solíamos conversar largo y tendido sobre lo que yo había estudiado durante el día y él me pedía que le comentara, que le haga un resumen rápido. Él siempre me decía: y ahora, qué libro estás leendo y yo le corregía diciéndole que lo correcto es decir leyendo y no leendo...él se reía. Solía decirme que yo era un iluso con los pies bien puestos en la tierra.

Al señor Stuwart lo volví a encontrar en el 2012, después de 13 años en aquel lugar en donde algún día habíamos compartido largas jornadas de vigilancia. Ese día yo llegaba vestido con un terno gris. Nos abrazamos a penas nos vímos pues recordamos mentalmente cierto pasajes de nuestras día a día en los tiempos de vigilantes. Conversamos por cinco minutos pues el tiempo apremiaba y le dije:

Yo: señor Stuwart, debo retirarme, ya tengo que entrar a clases.
Señor Stuwart: y que estas estudiando muchacho?
Yo: señor Stuwart, yo enseño en la Universidad.

Este momento quedó marcado en mi vida ya él siempre me decía: muchacho, tú debes estudiar duro pues los borceguí y el capotín no son para tí. En este momento él me abrazó, lloró (mis ojos se pusieron también lagrimosos) y me felicitó. Siempre supe que tengo una deuda muy importante con él.

Una de las experiencias de la vida en Lima....

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